miércoles, 13 de enero de 2010

Más que nunca

Ya con ese vestido sentí que se me estaba insinuando.
Seguramente, si se lo preguntase, lo negaría. Porque su seducción no era premeditada.
Ella destilaba sensualidad sin darse cuenta. Sin embargo, conciente o no, por alguna razón, eligió ese vestido mezcla de inocente romanticismo con transparencias provocadoras.
Debo decir, aún a ser tildado de macho básico y elemental, que apenas la vi más de cerca, me costaba mantener la mirada en su mirada sin bajarla hasta sus pechos.
No se veía nada, porque la tela en esa parte estaba más gruesa, doble talvez, para armar más la parte del corpiño. Bastante armazón, imaginaba, necesitaba para sostener esas dos impresionantes tetas, como si de tensores de una monumental obra se tratara, para mantenerlas erguidas.
No era así, porque su piel era joven y fuerte. Pero daba la impresión se estar haciendo fuerza conteniéndolas. Y pensar eso, en liberarlas y en ser yo, con mis manos como cuenco las que las sopesen, las bamboleen, me excitó muchísimo.

La idea primera era bajarle el bretel -algo complicado, por que era de esos que son uno solo cruzado por detrás, por la nuca, que para sacarlo debe pasarlo hacia delante por la cabeza- y apretarle los pechos desesperadamente con las dos manos, hasta poder meterme esos pezones enteros un mi boca. Chuparlos con fuerza y allí hacerla tener uno, dos, tres escalofríos inmediatos.
Pero quería ser tierno, delicado. La fantasía de agarrar el vestido por cada uno de los triangulitos que cubrían esas dos hermosuras y pegar un tirón seco rasgándolo hasta desnudarla violentamente, y dejarla expuesta solo con una mínima tanga, me rompía la cabeza.
“Ya lo haré” me convencía mentalmente para cumplir ese capricho algún día en el futuro.

Se dio cuenta que me gustaba como se había venido. Y no era para menos. Con un “¡Che, mirame a los ojos y decime si te gusta como estoy!” confirmó que ya se había dado cuenta de sobra y participaba del juego. Le contesté y respondió con un mohín de poco satisfecha, como que el elogio era escaso. Lo hizo con esa picardía que sabía me iba a calentar más.

Nos sentamos abrazados y besándonos apasionadamente, sin muchos prolegómenos. Inevitablemente -juro que lo intenté, pero el instinto animal, salvaje y elemental ganó el combate de manera muy sencilla- la tela generosa y volátil de esa pollera gigantesca jugó su papel de cubrir y descubrir al mismo tiempo.
Con una mano primero fui recorriendo su pantorrilla, hasta llegar a una cola redonda, suave y profunda. La otra mano empezó entrelazando los dedos en su pelo al tiempo que la besaba ahora más profundamente.
Maravillosa fue la sorpresa de no encontrarme con ninguna prenda que demore la aventura de acariciarla desnuda. No pregunté. Imaginaba respuestas sonsas como que “tenía calor”, “que le apretaba” o hacerse la que no se había dado cuenta de semejante olvido, en vez de ser sincera y decirme lo que esperaba de mí aquella jornada.

Estaba ahí.
Su más secreta intimidad.
A un dedo de distancia, o menos, la tentación de tocarla donde más fantaseo.
Zona oculta, prohibida, arrasadora de todos mis pensamientos en soledad.
Moría por invadirla, sin autorizaciones ni permisos.
Quería hundirme entero allí.

Ella siguió la partida con una sonrisa tímida pero desafiante. Me miraba también con deseo. Pero ese deseo controlado, analizando cada microsegundo de este encuentro.
Mi mente viajaba pensando que ella haría lo mismo si cada uno fuese el otro.
Que estaría igual de ansiosa, costándole controlarse ante tanta mujer.
Todo, gracias a todos los dioses juntos, y sino no encuentro otra razón, pasaba como en cámara lenta, y yo disfrutaba como nunca, con los sentidos a pleno. Con casi todos: vista, oídos, olfato, tacto… El gusto ya llegaría a mucho más de lo que llegó a disfrutar de sus besos y mordiscones.

Me levanté. Me puse frente a ella y registré ese espectáculo inenarrable: la mujer más linda de la tierra frente al hombre más feliz.
Y decir que la más linda estaba ordinariamente abierta de piernas, de par en par, como le enseñan que nunca debe ponerse, pero haciéndolo con increíble sensualidad, encima invitándome a entrar en ella, lo hacía más espectacular todavía…Único.

Dejó al descubierto los pechos, y el vestido ahora solo era un trapo arrugado y retorcido que apenas le tapaba la panza.
“¿Me lo saco?” preguntó como quien está dispuesta a hacer lo que le pidan.
“No”.
Me saqué la camisa, me bajé los pantalones y el boxer. Como un resorte mi verga saltó liberada.

Debo reconocer que yo no sabía hacia adonde mirarla. Su intimidad, labios y clítoris que brillaban por el líquido que brotaba, o a su cara, mirándome hacia mi desnudo falo, que latía buscando crecer un poco más todavía.
Me agradó muchísismo que me la mirase. No voy a decir que soy un superdotado, pero también es real que no me hace quedar nada mal el amigo. Sobretodo porque cuando el estímulo era como el que yo tenía ahí, servido en bandeja de plata, siempre hacía un esfuerzo por pegar un estirón extra.
Y su mirada hacia allí fortaleció mi sensación de que tenía verdadero apetito de mí. Como yo lo tenía por ella.

“Por favor, tocate un poquito” susurré con timidez.

No tuve que decir más. Se humedeció los dedos índice y mayor en su boca solamente para que yo delire, porque ahí abajo no necesitaba nada: era un manantial él que fluía.
Jugó con un clítoris gordo, rechoncho y hasta diría feliz, sabiendo que hoy era día de fiesta, y despacito se sumergió los dedos bien en lo más hondo.
En una de las recorridas -y sólo en una- acarició su ano aún virgen, produciéndole una sensación diferente, que todavía no llega a identificar como posible fuente de placeres.
Con la otra mano se encargó de separar bien esos labios, uno a cada lado.
Mi mano, con los dedos pulgar e índice, ya acariciaban la corona de la cabeza del pene.
Espamos, controlados aún, me empezaban a hacer temblar las piernas.

“¿Me chupás vos? Dale… estoy muy caliente…” me sugirió.

Me acerqué, y abriendo más todavía esas piernas kilométricas, me zambullí de lleno con mi cara y mi lengua. No podía perderme por nada ese sabor tan a ella.
Miel pura.
Pura miel.
Desde el ángulo que tenía no podía ver bien sus gestos, sus dientes apretados, el parpadear de sus ojos… Le pedí que se incorpore con un almohadón, para gozar con solo mirarla.

Era maravilloso. Comía su intimidad con vista al cielo.
Decidió, si es que lo llegó a pensar, en aumentar la apuesta de volverme loco. Con sus manos se apretaba los pezones -soberbiamente pensé en que lo hacía por mí, aunque vi que descubrió que evidentemente le servía mucho más a ella- a un grado que si yo lo hubiese hecho, la haría gritar de dolor.
Y gritó, claro. Pequeños aullidos primero, largos y estrepitosos después.
Mi verga no podía más de contener tanta sangre que la mantenía rígida como un palo.
Aquel clítoris estaba hinchado, rojo, disfrutando de lo mejor que mi lengua podía darle.
Por instantes le daba respiro, dirigiéndome hacia su entrada, para mojarla más en sus jugos y hacer más sabrosa la caricia de toda esa hermosísima concha.
Y llegó un primer estallido importante. Pidió que no parase, como si yo me hubiese desanimado, algo absolutamente infundado: estaba en la gloria y no pensaba abandonarla por nada del mundo.
Cambió rápido de idea, interpretando frente a lo que mis estímulos le provocaban, que era mejor que ahí mismo la penetre.

“Cojeme un poquito, y después chupame hasta el final”

Eso de “un poquito” me causó gracia. Entonces, sin entender, me preguntó porque me sonreía.
Empecé a balbucear una explicación que no escuchó. Su propio placer al sentir como estaba entrando en ella la llevó a un grado donde no se escucha ni se piensa en nada.
Mi miembro se deslizó tan fácilmente gracias a tanta humedad, que el vaivén del ir y venir se hizo rápido y constante. La electricidad que su interior caliente me producía se desparramó por todo mi cuerpo. Los dedos de los pies sintieron una cosquilla diferente, que me obligó a cerrarlos como un puño. Me aferré a sus dos tetas como para no caerme del paraíso al cual estaba llegando y así entrar y salir en ella se hizo lo más lindo de la existencia humana.
Me acomodé para tratar de mordisquear sus pezones. Necesitaba chuparlos y llenarlos de besos apretados. Con saliva ahora brillaban como pequeñas pepitas sumergidas.
Le gustaba, tanto que sus manos me alzaban esa cima más aún hasta mi boca apretándolas desde la base, produciendo que sus botones rosados se inflen al máximo que la piel se lo permitía.
Su cara me mostraba gestos que son imposibles en otra dimensión. Placer auténtico, como para desmitificar aquello de que las mujeres pueden fingir. No mentía su boca abierta, capturando todo el aire de su alrededor.
Luego juntó sus labios y un Mmmm aspirado cerró el instante como si fuese el suspiro de un alma, conquistándola.

Alterné mi sexo con mi boca para que llegue al puerto soñado. No hay visión que supere el verle arquear su espalda, abriendo todos los sentidos a un orgasmo intenso. Hasta los poros pedían explotar. Sonaba a que necesitaba más y más, a que jamás quisiese que termine.
Gozó.
Y la amé como nunca.
Eso sentí.
O más que nunca, aunque a decir verdad, no sé muy bien si se llama apenas amor toda la pasión que juntos nos generábamos.
No importaba demasiado.
Ahí lo fundamental era que nos teníamos

Como si un poco le faltara, terminé clavándole nuevamente mi masculinidad con impulso, con garra, a sabiendas de lo que buscaba.
Se deslizó conociendo el terreno, ágil y lubricada en toda su extensión. Era la más sabrosa de las caricias que una mujer puede regalar. Deseaba que ese instante sea eterno, pero sabiendo que lo más bello también tiene un final, en unos breves y cada vez más acelerados movimientos, estallé. Fueron cuatro explosiones cargadas de felicidad. Grité en cada una, como solo ella lo logra conmigo.
Estertores casi mortales, fulminantes. Agitación exagerada pero tan verdadera.
Mi savia la inundó por dentro y creo que ella notó el momento de la mezcla de nuestros fluidos. Sintió ser bañada por dentro.
Su mirada fija puesta en mi cara, que descubrí cuando abrí los ojos, me erizó la piel, obligándome a una sacudida más, la final, la de la despedida después de semejante encuentro.
Supo gozar con mi gozo, mordiéndose los labios al tiempo que eyaculaba en su agujero. Ahora rió ella viendo lo que podía lograr en mí. Cara de “me parece que te gustó mucho” que comprendí sin mediar palabra.

Quedamos muertos en vida. Uno al lado del otro, desprolijamente acomodados en un sofá que mostraba signos de una lujuria sin pausas. Desnudos, un rato dormimos extenuados, así, casi sin tocarnos. A desgano, sin fuerzas, ella agarró el vestido, lo sacudió para extenderlo y así cumplió el rol de sábana mínima para justificar que un poco nos tapase. Algo necesario dado que los cuerpos se enfriaban, y que la temperatura febril de la pasión había descendido.

Una hora después quizás -o tal vez mucho más- se acercó con una ternura inimaginable, me besó en el cuello y dirigió su mano a un miembro flácido y retraído.

“¿Te vas a levantar?” solo dijo, aunque no sé bien a quien de nosotros dos ella le estaba hablando.

martes, 29 de diciembre de 2009

El Señor Ordoñez

-¿Señor Ordóñez? Soy de Teleconv. Venía por el cobro de unas facturas pendientes…
-Si, soy yo, pero no… debe haber un error: Yo tengo Telefónica, y con Telecom, a menos que no recuer…
-No, no… ja ja ja … Perdón pero tal vez no fui claro… No le dije Telecom, no… le dije que somos de TELE-CONV.
-¿Tele Conv? No, no sé… no conozco a esa empresa… o marca…
-¡Que raro! Mire que yo acá en mi carpeta… ¿me permite pasar? Es para apoyar la carpeta, los papeles… No le voy a quitar mucho tiempo…
-Si, si… pase… puede sentarse ahí si quiere… mire que justo yo estaba saliendo y…
-Son dos minutitos… ¿Ve? Mire, mire acá…Usted había pedido un auto nuevo… A ver… ¿usted tiene un Peugeot 207, color azul cielo, dominio JQK 343, dos puertas, techo corredizo?
-Si, lo compré el año pasado. Y lo pagué todo.
-Si, por supuesto… eso figura muy clarito acá… pero yo le vengo a cobrar el impuesto de TELE CONV… No sé si sabía, pero parece que no…Es Teletransmisión de las Convicciones, “Convicciones en uno mismo”… es otra cosa y que a nosotros no nos figura como pagado… Pero está en término, ¿eh? no es mora todavía…claro que si lo dejamos pasar después la empresa no garantiza que…
-¿Cómo? No entiendo nada. Por favor, explíqueme esto o se va de mi casa ya mismo. Y le hago una denuncia.
-Tranquilícese, señor Ordóñez… ¿Antonio, no? Le explico: Usted deseaba ese auto, ¿estoy en lo correcto?
-Si… ¿y que?
-Y que nosotros le venimos a cobrar ese deseo… No, perdón…le venimos a cobrar la concreción del deseo.
-…
-Veo que todavía no me entiende… a ver, voy a ser más claro: ¿escuchó la famosa frase “Todo tiene su precio”? Bueno, no es precisamente al precio del dinero que se refiere, sino del deseo.
-Es una joda. Seguro que esto es joda.
-No, no… es el precio de la ambición, del sueño, de las ganas de “subir escalones en lo anímico”, como me dijo otro cliente el otro día…
-Pero yo vivo todo el santo día soñando, deseando, con ganas de superarme. ¿Me van a cobrar todo?
-Exacto. Y todo está acá, en su legajo.
-¿Todo? ¿Todo todo?
-Si, debería asegurárselo. Siempre algunas cosas se nos pueden pasar, nadie es perfecto. Pero yo calculo que sí… al menos lo más importante… La informatización ha hecho mucho más ordenado todo esto… antes lo anotábamos en papelitos, cuadernos… se perdían cosas…
-Esto me está resultando muy muy raro… Ahora bien, pero si todos mis sueños están ahí… no sé… supongamos, la fantasía de, por decir algo, inventando, digo… de, por ejemplo… a ver… ¡que se yo! Una ridiculez…estar con dos chicas en la cama al mismo tiempo… ¿estaría?
-Está. Por supuesto que está. No me hable con hipotéticos.
Formulario RL 32/ R y M n c… déjeme ver… ingresada el 6 de Mayo de 1975… ¿cumplía 14 ese día? ¿Puede ser? Si, si… acá figura… También deseó un long play de Emerson Lake & Palmer ese mismo día…
-Pero jamás… no me gusta hablar de ciertas cosas, y menos con desconocidos, pero, yo jamás… ¿Cómo decirlo…?
-Si, claro: no la efectivizó… Figura.
Le explico: RL es “Relación Lésbica”, 32 es el número de sueño de ese año… R de Rubia y M de…
-Si, claro… M de Morocha… obvio… es mi sueño en definitiva… ¿Y lo de NC?
-NO CONCRETADO. Clarito, clarito…
-Bueno, tampoco lo grite así… soy joven y…
-Perdón… es la burocracia… no veo hechos, solo números. No quise ofenderlo ni burlarme… salvo que también podría ser que lo hubiese concretado y no me figure… Usted sabrá…lamentablemente el mercado negro de los sueños es muy difícil de desarticular… y eso que estamos con todo, ¿eh? Vísperas de elecciones, ¿vio como es esto? Ahora, de golpe, nos mandaron a todos a la calle… Es que no hay ni un mango allá arriba…
-¿Allá arriba? ¿Me está diciendo que lo manda…?
-¡Ajá! EL jefe.
-Mirá vos… y digo como para saber nomás… porque ahora me agarra sin un peso encima… ¿Qué otro deseíto me figura?
-De Racing tengo varios. Muchos le diría…Varias carpetas ahora que veo en detalle.
-Si, pero la mayoría deben estar con las letritas NC, No concretado… Porque la verdad ultimamente…
-No se crea: Hace muy poquito pidió no perder con River… no hará un mes…
-Si, pero ese es un “deseo menor”, no cuenta como otros: Era UN partido… aparte faltaban minutos para terminarlo… íbamos ganando… en realidad tenía miedo que nos empaten primero y después perderlo…
-Si, entiendo su objeción, la re entiendo…pero figura clarito… Ese deseo entró con un Grado 7 en una escala del 1 al 7… Deseo importante en ese momento, le diría, de los que van acompañados por taquicardia y esas cosas… de los más caros… Le reconozco que los deseos de la Pasión están saladitos… pero son tarifas que pone el mercado… A mi me encantaría hacerle un descuento, pero El jefe es muy estricto… “Uno no valora lo que no paga” suele decirnos…Comprenda… No me ponga en una situación incómoda…
-Si, pero ¡Ja! acá lo agarré… También pedí que salgamos campeones… siempre lo pido eso. Y nunca se concreta.
-Somos gente seria…me extraña que piense así… si el sueño no se entrega, no se factura. Eso está demás decirlo.
-No, si, claro… no se cumple es igual a no se paga… suena lógico.
-Igual su equipo lleva unos cuantos partidos sin perder… no tengo acá el legajo de que es lo que pidió… pero, perdón que me meta, creo que ahí un precio le va a ir saliendo… Y le insisto que no vi la carpeta en mesa de entradas, pero me imagino que… mejor le cambio de tema: ¿Se acuerda de cuando ansiaba su primer grabador?
-Uy, si… tendría doce o trece años…
-Doce.
-¡Que lindo! ¡Que felicidad incomparable! Pero… ¿No me va a decir que ese también me lo están facturando? Che, loco ustedes pasan a ser unos verdaderos hij…
-No, jaja, no… le ponía un ejemplo nomás… ese está cancelado… ese, entre otros ya está pago… se hizo cargo un tal José Osvaldo… me figura como su padre… él, antes de irse, canceló varias facturas… un auténtico caballero Don José.
-Ya sé… Entiendo todo. Me quiere hacer llorar. Lo está logrando. Y de esa manera, flaqueo y le pago lo que sea… ¿artimañas que usan ahora?
-No… y entiendo que desconfíe, el mundo está muy raro… pero le doy mi palabra. EL jefe jamás haría…
-No, cierto que está EL jefe atrás de todo… perdóneme… y discúlpeme allá arriba… sin embargo… ¿Cómo le digo? Tengo un deseo… muy oculto, que jamás se lo conté a nadie nadie… No lo expresé ni aún estando solo…No lo escribí… nada.
-Ya sé a cual se refiere… ¿es este? Lea acá.
-S…..s…..si….pero si yo nunca…ahora me pone en la duda, pero juraría que lo guardo tan bien guardado que…
-Si, si… estaba muy bien protegido, figura acá en la notita al margen… pero nuestro “Departamento de Telepatía e Inconciencia” está trabajando muy bien. Son unos genios. Hemos implementado tecnología de última generación. Le dije: prácticamente no se nos pasa nada… salvo que…
-¿Salvo que qué?
-No, nada…
-No, Usted me está queriendo decir que hay alguna manera de… ¿“ponernos de acuerdo”…?
-Yo no dije nada.
-Mire: ese sueño para mi es muy importante. Casi le diría que es mi último gran sueño… Estoy dispuesto a sacrificar otros en pos de ese… pero claro, viendo la planilla de tarifas… se me hace imposible pagar “ese” precio… No sé…Tiene que haber una manera…
-Me pone en un compromiso tremendo… déjeme pensar un cachito… lo llamo en la semana… ¿tiene un mail?
-¿Un mail? ¿Desde allá arriba me va a mandar un mail? Si, tengo… es este… llévese mi tarjeta…Ordoñez va con zeta.
-Déjeme que lo vea con la gente de allá arriba…
-No, pero si lo divulga así me va a mandar al frente…Si EL lo ve…
-EL jefe, no se como hace, pero lo ve todo… y yo creo que este sueño no es tan retorcido como para hacer demasiado
espamento … ¡si usted viera las cosas que nos piden! ¡Y a nadie se le cae la cara de vergüenza hoy día! Por eso, su ambición es hasta inocente, mire… no le veo mala intensión, pero no soy yo el que decide…Si por mi fuera…
-Si, me imagino… bueno… vea… si se puede mejor… sino… bien igual… bah! bien no, porque lo quiero, pero si, todo bien… tampoco como para pegarme un tiro, ¿no?
-Si supiera ¡hay cada uno!…Muchos no se bancan un No como respuesta… ¡al cuete! ¡Que bueno si me tocaran clientes como usted más seguido! Llego muerto a casa a la noche. Discutir, pelear, hacerle ver a la gente lo que tiene, que el precio es nada comparado a lo que desean… pero ya está… lo estoy aburriendo con mis sermones… perdóneme… me voy y apenas tenga lo suyo, le aviso… en cualquier momento va a saber de nosotros.
Confíe.
-Ah, ok, pero no me dijo como le pago lo anterior… una desubicación total lo mío…
-Deje: ¿ve? Esta es su factura.
-¡Pero la está rompiendo…!
-Para EL jefe hay otra frasecita que cada tanto desempolva: “Lo que vale es la intensión”…No la usamos mucho… pero me acaba de llegar un SMS… ¿Vió? Le dije que no se como pero se entera de todo… Debe haber micrófonos ocultos acá, jajaja.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Noche de empanadas y vino Malbec

El calor era realmente insoportable.
En cada movimiento sentía que la ropa más se empapaba con el sudor.
Y más se me pegaba al cuerpo.
Jeans un día como hoy fue una boludez total.
Por hacerle caso a la vieja.
Si yo sé como es el clima acá, si hace más de cinco años que vivo sola y nadie me anda diciendo “A la tardecita puede refrescar, nena”.
Y yo, como para que no se haga drama, y un poco para que no me rompa las bolas, le hice caso.
Es increíble.
Esperé para que venga a casa, acá, a donde vivo, más de un año y medio.
Esta vez deseaba verla, en serio.
Tenía un deseo grande.
Serán los años.
Con el tema de que el viejo estaba mal, que no podía dejarlo por la dependencia que tenía él de ella -dicho crudamente- me abandonó.
Una vez más.
Alguno podría, tranquilamente, decir que yo me fui antes.
Es verdad.
Verdad a medias.
Nunca me soportó del todo.
Y eso de que los padres quieren a todos los hijos por igual, es una soberana mentira.
Y en mi caso no era tan difícil quererme igual que a mi hermana.
Siendo solo dos, con mitad de amor a cada una, hubiese alcanzado.
Pero no.
Ella se llevó siempre prácticamente todo.
Y un poco más.
Hasta lo del accidente.
Claro.
Ella era la divina, la de las buenas notas, la que ponía la mesa sin pedírselo.
La que cantaba, bailaba, tejía, cosía y la puta madre no sé cuantas cosas más.
Yo, claro, no vivía con ella: competía.
Harta de esa comparación eterna, varias veces se la juré.
A mamá, a papá y a mi hermana.
Pero que conste: un juramento silencioso, hasta solo apenas imaginado.
No soy rencorosa, sino que me gusta poner las cosas en claro.
Nada más.
Tipo las cuentas claras, conservan la amistad.
No soy de andar con vueltas ni demasiado diplomática.
Esa es una cagada.
No es que me arrepienta de ser así, sino que veo que ser de esa manera no me ha servido de mucho
Al contrario.
Desde maleducada hasta terrible yegua mal parida, me han dicho de todo.

¡Que choto es el dolor!
El dolor como dolor en sí.
Ese dolor acá adentro, que es tan difícil de explicar.
Ese que en las películas se lo muestra de que es tan pero tan grande que al tipo le agarra un infarto por una noticia. Y queda fulminado en el suelo.
De dolor se muere.
No creo que eso pase.
“¡Tan sanito que se lo veía!” dicen las viejas en el velatorio después.
Dolor.
Angustia.
Un resoplo grande como para sacar un demonio de adentro.
Pero no sale el turro.
Eso sentía en casa.
Desazón. Eso también.

Imagino como ejemplificar eso para poder describirlo.
Un tipo, no sé, al que le explicás arameo, mañana, tarde y noche, y nada.
Nada de nada.
Y vos, en cambio que al arameo lo sacás de taquito, que hasta soñas en arameo, si te decidís.
Y el chabón que ni jota, que te mira como si le hablaras en chino… ja!
Eso, llegado un punto, te saca.
“¡¿Cómo que no entendés el arameo, pedazo de pelotudo?!
¡Hace dos semanas, tres horas diarias que vengo explicándotelo, y no entendés nada! ¿¡Nada de nada!?¡Vos no le ponés voluntad!”

Así me siento. Hablé tanto con los viejos de la cagada que se estaban mandando conmigo.
Hablé bocha con ellos y con ella.
Y a ella, bien clarito que le saqué la ficha. Ella entendía, pero bien que se hacía la boluda.

Primera gran decepción, o contradicción: Tan buenita, tan correctita, tremenda hija de puta… una persona no puede ser buena y mala a la vez.
No.
Y ella, a esta situación, bien que le sacaba ventaja.
Y ojo que no digo que me jodía que la premien por un diez en Lengua. No.
Me recontra súper reventaba su onda de ponerme como pobrecita.
Tipo “no se enojen con ella, no tiene la culpa”
Faltaba que dijese “No le da” y ahí si le daba un fierrazo en la cabeza.
Algún día lo sabrás, hermanita, algún día.
Insisto que lo tengo claro, sí hasta el sicólogo lo vio: No soy rencorosa.

Segunda bronca acumulada: la desigualdad ante lo mismo. Olvidemos, ponele, lo del colegio, de los caracteres diferentes. ¿Por qué cargar con una culpa de algo que no soy culpable?
Sea lo que sea, invitación para una a ir a Miramar, o que hay plata para un par de zapatos, o de ir a ver algún show, todo para ella.
Yo salí “fallada” escuché a mi viejo decirle a sus amigos.
Lástima que no fue así. Capaz que hasta me hubieran tirado a la basura y era mejor.
No, encima, como para joderlos más, yo era la más linda de las dos.
En serio, sin falsas modestias.
La más linda y la más extrovertida.
Era así, que le voy a hacer.
Por eso les molestaba tanto que cuando íbamos a cenar afuera, les rompía las pelotas que la gente me hiciera caras a mí, y no a ella.
Y, debo reconocerlo, aunque no sé como lo hacía, de alguna manera yo lo explotaba.
Hablando a media lengua, los que me alzaban, se morían de amor.
Hay una película en súper ocho que durante mucho tiempo estaba prohibida para mí.
Cuando me fui de casa, juntando los bártulos, apareció.
Ni mi vieja ni nadie se enteraron que la encontré.
Tanta intriga se develó no sé cuantos años después.
Filmación horrible de mi viejo cuando nos llevaron a cantar a canal 9, con Roberto Galán.
“Si lo sabe, cante”. Algo tétrico. Tendríamos como tres o cuatro años.
Con un llanto imparable, mi hermana puso locos a todos.
Yo no.
Ella a grito pelado y yo lo más tranquila comiéndome unos mocos aparentemente riquísimos.
Las secretarias, con unos pantaloncitos cortos, que ahí se escucha que le decían Hot Pants, tratando de calmar a la hinchapelotas que les arruinaba el programa.
Yo, lo más bien.
La filmación de mi viejo, insisto, una reverenda cagada. Se mueve todo, para acá, para allá… zoom a no sé donde… Pero lo que importa se ve y escucha clarito.
Este tipo, que dicen era famoso, me levanta a mí, y yo le doy un beso enorme en su cachete derecho.
Sorpresa general y un “Ohhhhhh” del público.
Encima, no sé porque ni como, lo miro fijo y le mando un “te quelo mucho”
Puedo casi asegurar sin ningún tipo de dudas, que el estudio en pleno, se meó ahí mismo. Se nota algo así.
Yo lo veo y me meo todavía.
Era la pendeja más linda del mundo.
Y la otra marrana que seguía a los gritos, pero un poquito alejada de mí.
“¿Y vos te sabés una canción? ¿O siempre cantás con tu hermanita?”
Y ahí salió mi vieja, como indignada, como si de la hija de su peor enemiga yo me tratara: “No Señor Galán - se metió la yegua- ella no es la buena, solamente canta porque esta canta, espere un cachito que ya se la llevo” decía mientras sacudía a mi hermana como para que pare de berrear.
“Déjela Señora, estoy hablando con esta belleza, una princesita… a ver linda… ¿Manuelita te la sabés? Música, maestro!”
Demás está decir como siguió todo.
A mis primeros planos de un canto hiper tierno los contrastaban con la cara de mi hermana llorando y llorando.
Reina absoluta de la noche.
Toda la gente bailaba y hacía una especie de ola en las plateas, como casi veinte años antes que los mexicanos la inventaran para los partidos de aquel mundial que consagró a Maradona y a la Argentina.
Gané ese certamen, el del mes y el anual.
Mi nombre empezó a figurar en todos lados. ¡Hasta Mirtha -si, la misma Mirtha de ahora- me tuvo en brazos y me dio de comer en la boca!
Sandrini hizo un sketch conmigo como si fuera su nieta en Sábados Circulares de Pipo Mancera. Muchos se acuerdan que todos reían porque me salía “Abulo” en vez de “Abuelo”
¡Que épocas inocentes!
En la tapa de TV Guía salí como unas doce veces.
Y también en Antena.
En muchas con mi hermana, porque el hecho de que fuésemos tan parecidas siempre era “gracioso”
Pero mi nombre figuraba siempre. Y el de ella, no.
Una gran fortuna hizo mi familia conmigo. Todos han vivido bien.
Hasta el accidente.
Aquel viaje a Cosquín era el primero que hacíamos solas. Mamá nos encontraría allá.
Mi viejo, que ya empezaba con algunos achaques, producto de una cirrosis muy veloz- no pudo.
El tipo no dejaba de tomar, en cierto modo gracias a que como yo generaba mucha plata, dejó el laburo del banco, que no era malo para nada, pero obviamente le exigía cumplir horarios.
Y mezcla de que estaba podrido y de que ya no necesitábamos esa guita, renunció y después cayó en un pozo profundo de depresión por sentirse inútil.
Contradicciones de la vida.
Sin embargo, lo de hincharme las pelotas, tratarme mal y bardearme, nunca abandonó de hacerlo.
Y todos los mimos para la otra.
Apenas teníamos veinte años cuando lo del accidente.
La combi, manejada por el que era nuestro representante, iba a los pedos.
Le pedí un montón de veces que afloje, que nos íbamos a matar.
Veníamos de Rosario, de presentarnos en Canal 3. Y hasta ahí, sin saber nosotros nada, se había ido el representante del sello Emi Odeón.
Salimos del aire y el tipo que quiere reunirse desesperado para firmar ahí mismo un contrato. Un fabuloso contrato debería decir.
Yo recuerdo que analizamos bien que por un par de años podríamos vivir con ese monto, sin cantar nada en ningún lado, solo con lo del long play.
Y que sin embargo, encima, surgirían como treinta recitales y shows en la tele…
Plata y más plata.
El pedo que tenía el flaco, por brindar más de la cuenta con champagne para celebrar, fue el culpable de morder la banquina.
Estábamos realmente atrasados, porque nos fuimos de mambo con el festejo post contrato.
El se clavó un parante del parabrisas en el cuello. De lleno.
Tal vez si en esa época se hubiese usado el cinturón de seguridad, se salvaba.
Mi hermana llegó viva al hospital pero a los diez minutos también murió.
Había perdido mucha sangre, ya que una de sus piernas estaba cortada de cuajo.
Yo, nunca sabré como, no me hice absolutamente nada.
Apenas un rasguño en la cara, producto de mis propias uñas que querían tapar la imagen de la muerte inminente. Nada más.

Y ahí sucedió.
Viendo que a esa imagen tan parecida a mí, totalmente inanimada en una fría cama de hospital, me vi muerta yo.
Era yo. No mi hermana.
Y decidí ser yo la que moría.
Pensé en cambiar los documentos, en alterar las fichas.
Pero me parecía burdo y hasta peligroso.
Éramos tan parecidas y yo tan famosa, que todos, encima, vinieron a verme muerta a mí.
Salvo mamá.
Ella, apenas llegó al hospital, como diez horas después, ni notó que yo estaba bien.
Era como si yo no hubiese viajado.
Era como que todavía yo no importaba.
La lloré bastante a mi hermana. Si bien me complicó parte de la existencia, jamás le guardé rencor.
Pero ahí mismo sentí que yo, como era hasta ahí, ya había muerto.

Igual, por cuestiones de contrato, tuve que seguir actuando.
La gente seguía yéndome a ver porque era que me había tocado un milagro.
Pero yo cantaba cada vez peor.
Ya no tenía ganas.
Era como que canté lindo y bien para taparle la boca a tantos, en la familia, que idolatraban a mi hermana.
Un poco mamá me empezó a ver.
Supongo que como era el hijo que le quedaba no tenía otra alternativa.
Yo me fui dejando llevar… “que fluya” me decía mi sicólogo.
Así llegó lo de irme a vivir al interior, a un lugar tan poco nombrado como este pueblito de San Juan.
Acá volví a ser esa yo original.
Auténtica.
Por eso lo de invitar a la vieja. Para recuperar cosas perdidas.
El juicio y la plata que ganamos porque el forro del representante estaba totalmente alcoholizado fue de los más grandes pagados hasta esos años.
Se llegó a decir que Emi Odeón Argentina podría llegar a quebrar.
Nunca fue así.
Y como mamá era un desastre administrando, me quedé con todo yo.
Le mandaba lo que pidiese cuando lo pidiese.
Y, talvez para lavar culpas, cada dos por tres, una cuota extra.
Me sobra la plata, y acá no gasto nada.

Por eso lo de insistirle en que venga.
Por extraño que a mi misma me pareciese.
Tenía ganas de charlar, o de recordar viejas historias.
Lo del jean hoy, se lo acepte de boluda.
Pero necesitaba que vea en mí un gesto de confianza.
Me cagué de calor todo el puto día.
“Ya se va” decía para mis adentros.

Compré empanadas.
Ella puso un par de individuales y dos vasos grandes.
Vino Malbec y unas servilletas de papel.
“¿La de carne es muy picante?” preguntó.
“No. Dale tranquila”
“Bueno… ¿Ponés la novela del trece? En Buenos Aires la ven todos”
“Ah no… Pensé que podíamos ver una peli que conseguí… a ver si te acordás: contame
¿Qué era “Si lo sabe, cante” mamita?”



NOTA: Perdón. Mentí en una sola cosa y quiero salvarlo acá:
Soy muy rencorosa. Siempre lo fui.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Los sentidos de Alicia

Debería decirse que para Alicia era todo nuevo.
Pero no sería verdad.
Tras la operación, después del tortuoso accidente, había muchas cosas que tendría que volver a aprender.
Atrás quedaban los últimos recuerdos visuales, los cuales, sin saber como, trataría de no dejar escapar, aprisionándolos con fuerza en algún rincón de su cabeza.
Ya el hecho estar con vida era el primero y más importante motivo para celebrar.
Ninguno de sus compañeros de viaje tuvo su suerte.

Durísimo fue el momento de contárselo… Nadie sabía como.
Algunos pensaron en que talvez una forma sería la de destacarle lo afortunada que había sido.
Pero también, y así como era Alicia, imaginaron que el hecho de salvarse ella en vez de los demás, no la conformaría.
Al permanecer en la clínica bastante más tiempo de lo previsto, a todos les dio un lapso mayor como para prepararse.

Su deseo era el de volver al negocio, aunque sea por un rato al día.
En el café-restaurante familiar se sentía como pez en el agua. Los sonidos, los olores y el cotidiano saludo de cada uno de los infaltables parroquianos le producían una mirada vivaz y esa sonrisa feliz, llena de dientes blancos y saludables.
Muchos solían decir que entraban únicamente para saludarla y verla, porque su sola presencia les iluminaba el día.
Fue difícil para todos, sin excepción, asumir que ese par de soles que eran sus ojos, no funcionaran más.
Hasta los más egoístas, los que solían ir a verla con la simple intención de ser mirados por ella, murieron un poco.
Alicia supo de su nueva situación casi al instante de despertar tras la cirugía.
Recuerda haber apretado los ojos con fuerza, cerrándolos, y como si de lagañas se tratara, abrirlos y pestañear rapidito sin lograr cambios en lo que le sucedía.
Pensó también en que podría ser estar encandilada, por pasar de tanta oscuridad a la luz del día…

-Doctor ¿Puede ser que todavía no este viendo? Sé que la anestesia, los remedios, incluso la operación en sí, suelen ser bastante traumáticas, pero… ¿no debería estar viendo ya?

Los que estaban presentes cambiaron su alegría incontenible por verla despertar por un gesto de dolor silencioso.
Alguno, sin decir palabra, se retiró aceleradamente sollozando por lo bajo.

-Mirá Alicia… tu accidente, todo lo que pasó en sí, fue grave. Es un verdadero milagro que estés viva. Si bien no me animo a decir que ya sea definitivo, te cuento que, por lo pronto, uno de los problemas, digamos, a resolver, es lo de la vista. No sé si querés que llame a la asistente, que es sicóloga, y que puede…
-No, no… Entendí. Fue muy claro y concreto… y se lo agradezco.
-No quiero que te pongas mal, el período post operatorio es largo y las esperanz…
-Ja ja, no doctor… no, en serio, le digo que está bien. Sé que quiere que no me altere, que sea paciente y que todo va a salir bien.

Solo un murmullo inentendible se apoderó del cuarto.
Alicia, como si estuviera viendo, instintivamente giró su cabeza hacia la ventana.
Afuera un atardecer perfecto en colores se privaba de ser observado por, tal vez, la personita que más los disfrutaba.
No pudo evitar un par de lágrimas, que muy sutilmente se refregó hasta secarse con la manga del pijama, para que nadie las notara.
Volvió hacia donde el pequeño grupo de los íntimos la acompañaba y con una aspiración profunda inició un juego sin saberlo.

-¡Lilas! ¡Son lilas! ¡Que aroma! Que alguien me las acerque, por favor. ¡Bendito sea el Señor, cuantos recuerdos me vienen a la memoria! ¿Estás acá Alberto?
-Si, Alicia, acá estoy.
-Decime, el día en el campito de la rinconada… ¿te acordás? ¿Que tendríamos? ¿Doce? ¿Trece años?
-Y… si… yo había arrancado con la secundaria ya… yo catorce… tenía el saco del colegio, me acuerdo…
-Si, si, entonces yo tenía trece… bueno… pasando la tranquera, al ladito del poste, había lilas… un manojo así de grande… lilas hermosas, perfumadas ¿Te acordás?
-No mucho… yo con las flores nunca fui muy… sí me acuerdo de que… -y se va a enterar tu papá ahora- ese día me hice la rata del colegio para escaparme con vos… No se enoje don Javier… éramos unos mocosos.

El papá de Alicia no dijo nada. Un nudo en la garganta lo ahogaba hasta la desesperación. Ella esperó escucharlo, pero él no podía hablar.
La mamá le sugirió que salga un rato, cosa que él rechazó, y mediante un simple gesto, le mostraba a todos que ya estaba mejor.
La enfermera pidió paso para acercarle una bandeja con una minúscula cena.
Como si su olfato se hubiese desarrollado de golpe, Alicia se percató de nuevos olores próximos a ella. Una mueca de placer fue previa a su intento de adivinar.

-¡Sopa! Mmmmm
-Muy bien, parece que la paciente se está recuperando…-expresó la encargada de la alimentación de los pacientes- Pero… ¿sopa de qué?
-A ver… a ver… de calabaza… y tiene queso… ¿acerté?
-Muy bien, te vamos a premiar con doble ración de postre.

Alicia evolucionó muy bien de casi todas sus complicaciones, excepto lo de la vista.
Mérito importante fue el plantel de médicos que se ocupaban de ella. Eran los profesionales más importantes que pudieron haber conseguido.
Hubo una gran alegría general en el pueblo el día que volvió.
Su continua e insistente premisa de ir al negocio la desvelaba.
Y sus padres y amigos no supieron como relatarles una parte de la realidad.

Javier, el día del accidente se había jurado salvarla (“Lo que sea por Alis, lo que sea… si me tengo que cortar una mano, me la corto, o las dos te doy, mi Dios”).
La solución no estaba en ese sacrificio, pero si estuvo en otro: Javier, sin pensarlo demasiado, vendió el restaurante con el único fin de tener el dinero para las operaciones.
Poco le importó después, al ver que Alicia estaba con vida.
Pero ahora no podía explicarle que lo que más anhelaba, lo que le haría superar el terrible trance de no ver nunca más, ya no existía.

-Cuando lleguemos a casa, mi amor, y descanses un poco, quiero que hablemos…
-Pero papá, estoy bien, siento el cariño tremendo de todos ustedes, lo siento acá, en el corazón… sólo te pido que me lleves al negocio. Eso me va a hacer bien.


No pudo contestarle ni decirle nada más. Solo se limitó a seguir manejando cuidando al extremo su marcha.
Al llegar a la plaza, un grupo muy numeroso los estaba esperando. Alberto se acercó a Javier y le dijo algo al oído.
Hicieron entrar a Alicia hasta el living mismo de la casa de Doña Berta, y muchos los siguieron expectantes, con mezcla de euforia y cautela.
Era un lugar amplio con grandes ventanales a la calle. Una brisa apenas movía su cabello.

-Hola Alicita! ¡Que lindo tenerte de nuevo en el negocio! -exageró en su bienvenida Aldemar, el que habitualmente se encargaba de tomar los pedidos de los clientes-
-¡Aldemar! Que lindo que estés… Pero… ¿hoy jueves no tenías franco vos?

Un incómodo silencio, breve aunque eterno, se apoderó del momento.

-Si, pero no… que franco ni franco, si volvía la luz de mis oj…
-Si, está bien, Aldemar… “de tus ojos”, decilo nomás… gracias
-No, gracias a usted, mi niña, mi niña bonita… Déjeme atenderla, es la principal cliente el día de hoy… ¿Qué le hago marchar?¿Qué le gustaría?
-A ver… ya sé, quiero esos tallarines que son la especialidad, con albahaca, pero con mucha albahaca, ¿eh?…
Esto de no ver me desarrolla el olfato o la imaginación de lo que huelo… ¿Hay un gato cerca?
-No, no… como va a haber un gato en el restaurante… si sabe que jamás soportaría un gato aquí… le habrá parecido…

A Doña Berta, a quién prácticamente la habían encerrado para que no deschave la trampa, mientras espiaba a través de una ventana, se le había escapado Minino, hasta el punto de casi subírsele a la falda de Alicia.
De no ser por que escapó rápidamente al ver a uno de los cocineros cuchilla en mano, se hubiese descubierto el plan que los amigos habían pergeñado.

Javier sacudió un “racimo” de botellas atadas entre sí haciendo la ilusión sonora de estar levantando mesas, y la viejita que siempre venía con ramitos de flores para las parejas de enamorados, se encargó de pasar bien cerca de la nariz de Alicia. Algún supuesto comensal de una mesa contigua, afilaba sus cubiertos chocando un cuchillo contra otro en un sonido inconfundible.
Hasta la vieja registradora a manija de la ferretería, idéntica a la que había en el negocio de Javier, fue llevada hasta el lugar.
Y los infaltables discos del Trío Los Panchos sonaban también, pero ahora desde un reproductor de CD.
-Se va a dar cuenta que no suenan los ruidos de la púa. -advertía uno de los presentes.

El que más disfrutaba este “juego”, era Celestino Mendez Arguello… El supo ser un reconocido actor de radioteatro en la legendaria LU 67 Radio Nacional Paraje Las Chanchas, quien haciendo un poco de memoria, recordaba como hacían los sonidos para las novelas de la tarde, y trataba de implementarlos.
No fue fácil hacerlo desistir de que no tenía sentido alguno hacerle creer a Alicia que estaba lloviendo a cántaros, pretendiendo sacudir una vieja chapa de cinc, para que imagine los truenos.

Todo era una gran puesta en escena. Olores, sabores, sonidos. Todo el pueblo participando para alegrarle el alma a quien siempre había tenido esa tarea. Un don.
Un lindo regalo que nadie se animaba a terminar de presentar.

Cuando Alicia llegó a su cama, cansada pero feliz de sentir que todo estaba en orden, tuvo un instante con ella misma.
Agradeció para sus adentros lo que la fuerza del amor puede lograr: que se junten para recibirla, que sus amigos estén presentes, que carguen de albahaca ¡y sin protestarle! su plato favorito y hasta que Aldemar no se tome un día cuando le corresponde…

-Ay Diosito…como puede ser tan sorpresivo el destino, y que todo puede cambiar de un momento para otro, así, en un segundo… Y con el pueblo… mirá las cosas que tienen que pasar para que se junten sin pelear… Pero una duda ahora me apabulla: ¿como les digo que la textura del mantel de hilo de la casa de Berta es inconfundible…?